Je vais essayer d´expliquer ce qui s´est passé en Argentine avec la psychanalyse. Et ce face aux situations politiques créés par des régimes militaires et plus particulièrement ce qui s’est passé avec la dernière de nos dictatures militaires.
Ces régimes provoquaient certainement un désordre dans l´activité psychanalytique.
[Texte original, légèrement différent]
Trataré de explicar el proceso que se dio en la Argentina, país que padeció con frecuencia situaciones externas que podían dificultar la actividad psicoanalítica. La pregunta es si regímenes dictatoriales originaban o provocaban alteraciones totales o parciales de la actividad psicoanalítica. Puedo hablar de mi experiencia en la Argentina. El psicoanálisis en la Argentina nace bajo el efecto de la Segunda Guerra Mundial. Implica un conocimiento de las condiciones duras, caóticas, de un nazismo creciente en un país cuyo gobierno simpatizaba con el Eje. La Asociación Psicoanalítica Argentina nace en 1942, algunos meses antes de un golpe militar. Perón ya estaba detrás de ese putsch y al poco tiempo asume una actitud dominante y según mi entender francamente fascista. Evidentemente los militares no simpatizaban con el psicoanálisis, aunque lo conocían poco. Pero todo aquello que significaba respeto individual y libertad interior era inquietante. Por lo tanto, durante la primera presidencia de Perón, la Institución estuvo observada, vigilada y algunos psicoanalistas fueron interrogados. Se refiere a una situación de presión exterior hacia una institución. El ataque fue un ataque institucional.
La pregunta sí según mi opinión se puede trabajar o no bajo regímenes totalitarios o de gran presión tiene otra respuesta. La respuesta es que si Melanie Klein y Anna Freud pudieron trabajar durante el bombardeo de Londres, la disponibilidad del psicoanalista para trabajar, a mi entender, es posible. Las posibilidades de trabajar, lugar, forma o modalidades pueden cambiar en función de las circunstancias exteriores. Yo agrego, aunque no sé si hay muchas publicaciones al respecto, que en países ocupados durante la SGM se ha podido practica el psicoanálisis. Significa que si el analista tiene una postura de escucha puede tener una posición analítica, aunque la situación personal del analista y del paciente sea complicada, en función de la circunstancia caótica exterior. Lo que no varía es la posición del analista.Las circunstancias pueden ser difíciles, pero no más difíciles que una situación analítica difícil.
Las circunstancias en la Argentina fueron duras, pero también es cierto que en general, quienes pedían un tratamiento psicoanalítico venían con una predisposición positiva. Estaba la posibilidad de tomar o no en tratamiento a quien lo demandaba. Algunas circunstancias fueron muy complejas. Conozco un caso en que un torturador policial en conflicto pidió ayuda. El analista prefirió argumentar para no tomar ese paciente. Recuerdo a Enrique Racker que alguna vez dijo que nunca podría analizar a un nazi convicto y confeso.
Por otro lado diré que durante la dictadura militar hubo mucha persecución a psicólogos que eran asimilados a marxistas, terroristas peligrosos. Es cierto que algunos de ellos tenían una actividad militante de resistencia a la dictadura, independiente de su actividad clínica. Quiero decir que aún así, en circunstancias difíciles externas, hasta de riesgo de vida, algunos pacientes fueron tratados a pesar de todo. Me consta que algunos psicoanalistas, en casos urgentes, dieron sesiones en paseos públicos, evidentemente sin el encuadre tradicional. Es importante destacar que el proceso analítico, la comprensión del inconsciente no necesita obligatoriamente la intrumentación tradicional para que se produzcan. Es decir el encuadre, el consultorio, el sillón, el diván, etc, las herramientas complementarias para que se desarrolle un trabajo de intersubjetividad y de encuentro entre un analista y un paciente.
No dejo de lado lo que podemos llamar disociación instrumental, bastante constante, porque nuestra escucha, en función de las representaciones que ofrece el paciente, despierta en nosotros asociaciones relacionadas con nuestra propia vida. Es el abc de ese intercambio de humano a humano, donde la amplificación del inconsciente otorga la posibilidad de recibir mayor número de representaciones que, a través de la interpretación, señalamiento o pregunta abre caminos hacia la posibilidad de mayor número de asociaciones del paciente, así como frecuentemente la producción de sueño.
Esto se desarrolló durante todo el período de la dictadura militar. Teníamos la preocupación, el temor por los familiares, amigos o conocidos desaparecidos o detenidos. Todo en un contexto turbulento, angustioso, peligroso. Lo asocio con un principio.Se necesita un Estado de derecho para practicar en libertad el psicoanálisis. Pero cuando ese Estado de derecho está amenazado o perdido existen varias maneras colaterales de no dejar lo que somos. Viene a mi mente el pensamiento de Freud: no podemos convocar los demonios del Averno y despedirlos sin haberlos interrogado.
Entiendo que al psicoanalista que se siente psicoanalista, su manera de funcionar ya no le permite escapar de sí mismo. Las circunstancias de peligro de vida funcionan como situaciones de urgencia, de sobrevivencia. Es cierto son situaciones límites. Si la mente del analista se mantiene en capacidad, su posibilidad de funcionar, como sea, existe.
Hay muchas consideraciones sobre la posición que va adoptar el psicoanalista.
En este texto no me referiré a las distintas posiciones ideológicas, religiosas, tomas de posición. Sería ingenuo suponer que ser psicoanalista implica que todos tenemos la misma posición frente a las dictaduras.
Podemos tomar el ejemplo de la posición de Jones con respecto a la Sociedad Psicoanalítica de Berlín durante el nazismo, al parecer avalada por Freud, de mantener esa Sociedad, aun con maquillaje y deformación grosera, para que siguiera el psicoanálisis. Yo opino que mantener con una máscara, en forma decorativa, un análisis bastardeado es contraproducente. Creo que es posible trabajar en circunstancias difíciles, aún de peligro. No olvidemos que por definición la subversión del psicoanalista es penetrar en lo que no debe ser conocido. Si penetramos en el inconsciente, subvertimos un funcionamiento en la disociación que permite a un hombre Juan Pérez creer que ser Juan Pérez es todo lo que es. En realidad hay otro Juan Pérez que es más dueño de ese Juan Pérez. Digo que es posible trabajar, aún en riesgo, pero que el commpromiso con nuestra profesión y de la que ya somos cautivos, hace que esa posibilidad se dé, aunque sea dolorosa y compleja.